El tema de la violencia y de la venganza es más o menos pesado pero al mismo tiempo crea un espacio para preguntarme a mí mismo ¿Cómo salgo de este enredo? Por todo lo que quisiera ofrecer la otra mejilla, no estoy completamente convencido de su efectividad o de su vigencia temporal. Y después de quedarme sin mejillas, de tanto ofrecerlas, ¿cómo puedo realmente superar estas fuerzas que se generan en nosotros?
Yendo más profundamente, necesito ver que a veces el peor enemigo está dentro de mi. Yo puedo ser ese peor enemigo y ofrecer las mejillas no me va a ayudar demasiado.
Entonces veo con mucha más claridad la necesidad de reconciliarme conmigo mismo y con todas las personas que me han herido. El camino de la reconciliación es arduo pero sincero y es el único camino que me permite salir del círculo vicioso de la violencia interna y del resentimiento que causa el maltrato de otros hacia mi y el maltrato de mi mismo hacia mi.
Así, viendo estas cosas, me surge el impulso natural del perdón, que no deja de ser importante pero no es suficiente. No es suficiente porque me obliga a ponerme en esas situaciones totalmente inesperadas en donde se perdona al agresor y el agresor no se da por entendido y sigue agrediendo y yo, agredido y ahora humillado, decido que el perdón no resulta ser muy efectivo ya que estoy nuevamente resentido y doblemente porque mi perdón no fue acogido con mucha gracia y en el mejor de los casos, si mi perdón es aceptado, entonces me creo moralmente superior y ahí se acaba todo el esfuerzo por una transformación más interesante. Además, queda una parte inconclusa que es ¿cómo me perdono a mi mismo?
Necesito ir un poco más adentro...y desgraciadamente no es algo que puedo hacer simplemente olvidando lo que ocurrió. El olvido no funciona bien, porque el recuerdo doloroso está todavía en mi memoria y por más que trato de suprimir, aflora y sigue haciendo presente esa situación aunque yo trate de olvidarla. A veces es un perfume, o un color que trae al presente todos esos recuerdos que yo creía olvidados y ahí estoy nuevamente en situación de resentimiento.
Poco a poco y casi sin opciones empiezo a reflexionar en que la única forma de superar todo esto es a través de una reconciliación profunda y sincera que en mi caso específico comienza conmigo mismo y como se ha dicho anteriormente, este proceso comienza cuando acepto que tengo un problema, cuando puedo decir que no me quiero tanto como creo y a veces no me quiero nada. Esa falta de cariño a mi mismo es complicada, sufriente y poco importan las causas y los orígenes. Lo importante es que ahí está siempre pidiendo ser reconocida y resuelta. Ahí estoy con toda esta carga que solo se aliviana cuando empiezo a tratarme de un modo diferente, cuando empiezo a verme a mí mismo de un modo distinto, cuando aparece en mi un deseo de transformación que no está ligado a ningún sentimiento de culpa o deseo de “mejorarme”, o ninguna exigencia de ese tipo. Simplemente me veo como una persona con muchos atributos positivos y negativos, con anhelos y esperanzas, con fracasos y triunfos y me veo como un ser verdaderamente humano con necesidades de todo tipo y también con un interés en otros y en convivir con otros y querer a otros...y también a mi mismo. Y cuando puedo verme así, mi futuro se abre y siento que puedo salir de la trampa del resentimiento.
Entonces reconozco la validez de no juzgarme y de no juzgar a otros. Reconozco la necesidad de transformar mi vida y la vida alrededor mío pero no por compulsión, o por ninguna razón que no sea la de superarme, porque entiendo aunque no siempre profundamente y no siempre del todo, que es un esfuerzo hecho sin interés de retribución y de reciprocidad. En otras palabras, no es necesario ni importante que el otro responda de la misma forma. Es una especie de “desarme unilateral” que lo experimento como liberación interna, como una sensación de liviandad y de coherencia. La siento con encaje interno.
Finalmente puedo percibir que los esfuerzos por reconciliarme conmigo mismo, cuando voy logrando ese desarme unilateral, me refuerza el mismo sentimiento de reconciliación con otros y puedo ver a veces como todas esas personas que me han agredido son exactamente iguales a mi y las puedo percibir en su humanidad y eso sucede porque yo me voy humanizando. Así que después de todas estas vueltas, caigo en cuenta que todo comienza a transformarse cuando yo decido reconciliarme conmigo mismo.
Y es en esta tarea, y no otra, que puedo salir del círculo cerrado de la violencia y de la venganza. Lo mejor de todo este proceso es la silenciosa alegría que se va acumulando en mi interior y siento un profundo agradecimiento por todas estas enseñanzas que hemos recibido.
Portland, Oregon - Febrero 18, 2021
ILUSTRACIÓN DE RAFAEL EDWARDS