La conversación era una de esas típicas en donde se enfatiza los errores e indiscreciones morales como producto de lo que se denomina naturaleza humana. Muy a menudo se dice lo poco que se puede esperar de la naturaleza humana egoísta, cruel, mal intencionada, etc., etc. La verdad es que es bastante razonable, desde esa perspectiva pensar que esa naturaleza humana no es más que la naturaleza animal y al contemplar una larga historia de guerras, robos, esclavitud, asesinatos y demas, es dificil ver mas alla de todas esas tragedias, sobretodo cuando muchas de ellas han sido el producto directo de seres humanos intencionalmente causando sufrimiento a otros.
Es importante, desde otra perspectiva, entender que lo que vulgarmente se denomina como “naturaleza humana” proviene de una fuente religiosa y de una fuente llamada “científica”. Ninguna de las dos tienen una idea clara sobre la verdadera naturaleza del ser humano. La religión reconoce por sobre todo la naturaleza “divina” y es perfecta. Todo lo que no es divino es imperfecto y los seres humanos habiendo nacido (e incluso antes de nacer) impuros y con un pecado original a cuestas, no tienen otra posibilidad de una naturaleza humana, imperfecta, egoísta, y llena de todos los posible atributos negativos que se pueden encontrar.
En la medida en que estos seres humanos aceptan a un dios como su salvador personal, pueden evolucionar un poco más, pero su naturaleza nunca será divina, porque lo divino está solo reservado para dios. Nunca se toca el tema de que en realidad todo esto está efectuado a través de intermediarios, o sea los sacerdotes, representantes, acólitos, hermanos y hermanas, o como quieran llamarse. Dios no se manifiesta sino a través de intermediarios. Es sumamente conveniente este sistema y no deja de ser sospechoso, especialmente cuando se considera el enorme poder económico acumulado por siglos por las llamadas religiones.
La otra fuente que se dice cientifica es mas reciente y tiene (o tuvo) a un individuo llamado Charles Darwin como representante, que a pesar de ser un investigador profesional en los ramos de biologia y geologia, su principal énfasis fue puesto en el concepto de biología evolucionaria que esencialmente proclama que todos los seres humanos provienen de una sola especie animal. El ser humano es por consiguiente, un “animal racional” y no más que eso. Descendemos de los primates y hasta ahí nomás llegamos. Es comprensible cuando se considera que los chimpancés y los bonobos comparten con los seres humanos casi el 99% del ADN. Es una teoría antigua, interesante para los naturalistas y sin duda poco interesante para los que piensan y sienten que el ser humano es bastante más que eso.
A pesar de que en general cuando se habla de una naturaleza humana no se está pensando en sus orígenes religiosos-científicos, se da por entendido que es lo peor que tenemos como humanos…nuestra naturaleza.
Algunos pensamos y sentimos que nuestra naturaleza no existe verdaderamente. El ser humano no es solo parte de la naturaleza. De hecho, desde sus orígenes se ha ido separando del mundo natural. Todos los impedimentos naturales han sido oportunidades para conquistarlos y así aparece en los siglos presentes surcando los mares, volando en el aire, llegando a otros planetas, en constante desafío a las leyes naturales. No es posible ni siquiera una comparación con lo que es dado, lo natural, porque el ser humano a pesar de tener un cuerpo más o menos natural, ha ido siempre más allá de su supuesta naturalidad. Ni el cuerpo ni el medio ambiente han sido capaces de superar las intenciones humanas que no pertenecen al ámbito natural. Por supuesto todo esto se puede ver desde una perspectiva negativa, pero también se puede ver desde una perspectiva positiva y esto es posible porque ambas perspectivas son válidas.
Esto es posible porque cuando se comprenden los polos en una sola estructura, la perspectiva cambia y deja de buscar absolutos. En palabras simples, casi todo lo que existe puede tener su opuesto. La noche se opone al día, el frío al calor, lo claro a lo oscuro, etc. Todos los opuestos se reconcilian en una estructura mayor que contiene a ambos.
El ser humano también se puede comprender en una forma similar en donde coexiste lo más humano y también lo menos humano, pero la gran cualidad de este ser humano está en la capacidad innata de “darse cuenta” de sus acciones en el mundo. Se ha dicho que tenemos la capacidad de ser crueles y de ser bondadosos. De ser egoístas o generosos. De amar u odiar. De poseer o de dar. No existen los determinismos en el ser humano. Las posibilidades están siempre abiertas y esa capacidad de “escoger” es solamente bien desarrollada en nuestras especies. Si no fuera así, habríamos desaparecido hace miles de años.
Siguiendo esta línea de discurrir, se puede decir que si realmente existiera una naturaleza humana, ella tendría los mejores atributos de nuestra especie que verdaderamente ha ido evolucionando y continuará evolucionando a través del amor y la compasión.
Claramente exhibimos grandes cualidades y es nuestro deber cultivar estos atributos que no están dados por lo natural, que escapan a las leyes naturales y que obviamente no tienen que ver con el cuerpo y tienen que ver con el desarrollo de la conciencia y de la espiritualidad. Ese desarrollo, como todos los desarrollos, no es lineal. Tiene momentos mejores, de avance y momentos no tan buenos, de aparente estancamiento y retroceso, pero la dirección no cambia. Esa dirección ascendente, a pesar de todos los contratiempos y a pesar de épocas crueles y nefastas, sigue empujando al ser humano no solo a su liberación del mundo natural sino también de su liberación espiritual.
Quiero enfatizar la importancia de lo espiritual del ser humano y comprender que es algo que ha sido parte de nuestra especie desde el comienzo mismo de nuestra historia. No sabemos con exactitud cuando sucedió nuestro nacimiento en este mundo como especie, sin embargo sí podemos decir que en un momento especial, se produjo en nuestra especie algo extraordinario, que no estaba dado por las condiciones naturales en que existíamos y tuvo que ver con un acto de conciencia que no fue de respuesta inmediata.
El estímulo-respuesta de lo natural ha sido bastante estudiado y profundizado en los animales y en el mundo de la naturaleza. Se han hecho innumerables experimentos, sobre todo en animales para verificar esa capacidad de dar una respuesta frente a un estímulo del medio y esto por observación directa de nuestro comportamiento básico que va dictando esas respuestas cuando tienen que ver con la parte más natural nuestra, que es el cuerpo. El hambre como estímulo nos condiciona a buscar alimento, lo mismo con la sed, la reproducción, la temperatura, etc. Todas las necesidades básicas son estímulos en busca de respuesta y así funcionamos. En un momento de nuestra historia hubo una respuesta “diferida” al estímulo. En otras palabras, la respuesta no fue dada de inmediato y tampoco coincidió con la intensidad propia de los estímulos que están a la base de la preservación o conservación de la vida y sucedió cuando el ser humano no fue ahuyentado por el fuego a pesar de poner en juego su propia sobrevivencia. Se acercó a ese fuego que lo debería haber destruido y ahí comenzó un proceso evolutivo distinto a todas las otras especies. Esa capacidad de ir en contra de la sobrevivencia a través de un acto de conciencia diferido está a la base de lo se puede llamar un acto verdaderamente humano, o una respuesta verdaderamente humana.
Ese es el comienzo de nuestra especie humana y ese es también el comienzo de nuestra separación del mundo natural. No ha sido nada de fácil, considerando todos nuestros instintos básicos que tienden a predominar, pero poco a poco, penosamente a veces y sin duda en una forma no lineal, se ha ido el ser humano haciendo cada vez más humano y desarrollando cada vez más ese espíritu, esa fuerza interna, esa divinidad que existe en su interior, al mismo tiempo que reconoce su función de protector del medio ambiente que es compartido con otras especies también en desarrollo.
Ese espíritu que ha sido construido de actos unitivos e intencionales en el ser humano es lo que verdaderamente nos hace ser humanos y si existe una naturaleza, está basada en el reconocimiento de este espíritu que también ha ido evolucionando desde ese desafío al temor ancestral, pasando por dioses y diosas externas, por cultos, rituales, intermediarios, castas, sacerdotes, chamanes y otras formas de intuición de lo sagrado afuera y adentro del ser humano. Pero cada vez más adentro y cada vez menos necesitado de intermediarios y de divinidades externas.
Este proceso ha ido evolucionando desde las creencias más arraigadas y a veces casi absurdas, hasta el encuentro con experiencias internas cada vez más profundas con respecto a quienes somos, donde vamos y el reconocimiento simple que cada existencia es posible porque los otros existen. Así evoluciona el ser humano y en este proceso de separación acelerada del mundo natural va dejando atrás creencias, egoísmos, comportamientos negativos, compulsiones, contradicciones internas y externas, en busca de un centro de gravedad interno que le da sentido más allá de este espacio y tiempo del cuerpo natural y físico.
Fernando Aranguiz
Portland, Oregon, Noviembre 2025