El tema de la culpabilidad es algo que siempre me ha llamado la atención. Probablemente porque desde mi infancia ha estado presente en mi vida. Nacido en una sociedad católica y educado en un colegio catolico, no me quedó otra que aprender a sentirme culpable desde la “tierna infancia”, como se decía antes…
Es bueno tener la experiencia directa de este fenómeno, a pesar de que no se lo deseo a nadie, ni tampoco a mi mismo. Pero al menos estamos hablando de algo que lo he experimentado y como se dice habitualmente , sufrido, por mucho tiempo y que me ha hecho pensar bastante en sus orígenes, desarrollo y la forma en que se ha compenetrado en las sociedades desde hace milenios. He usado la palabra “sufrido” intencionalmente y no como figura literaria porque la culpabilidad se experimenta como sufrimiento mental.
Porque es un tema serio, creo que lo mejor es abordarlo sin ninguna seriedad. De este modo puedo verlo mejor y decir desde el principio, que mi infancia poco tuvo que ver con la culpabilidad. En otras palabras, he conocido personas que nunca fueron a un colegio catolico y que nunca escucharon hablar de la “culpa” y se sienten tan culpables como yo… He conocido personas de otras latitudes, de otras culturas, con diferentes lenguajes y también tenemos en común que nos sentimos todos culpables.
Nos sentimos culpables por lo que hacemos y por lo que no hacemos. Por lo que pensamos y sentimos y también por lo que no pensamos y por la falta de sentimientos. O sea, nos encontramos en un laberinto interno sin mucha salida cuando se trata de la culpabilidad.
Lo más curioso de todo esto es que nadie lo quiere admitir y cuando sucede esa ingenua admisión, uno tiene por lo menos seis personas alrededor tratando de convencernos de que no somos culpables de nada. Lo que es algo bastante reconfortante pero no ayuda en absoluto. No ayuda porque a pesar de las buenas intenciones, es falso. La culpabilidad no desaparece con raciocinios, negaciones, convencimientos, rechazos, etc. Creo que hay que ir un poco más adentro, a la raíz del problema de la culpabilidad y esa raíz es como la de los robles; es profunda y larga…
Según las historias que se cuentan, nos expulsaron del paraíso por “culpa” de Eva que se comió una manzana del árbol del bien y del mal, seducida por una serpiente. Quien sabe donde estaba Adan en todo esto, pero la historia ya comienza bastante mal. Uno de los primeros “juicios” históricos comenzó con encontrar a los culpables y siguió con los “castigos” impuestos. Los echaron a los dos del paraíso por comer manzanas prohibidas y por querer ser como los dioses - o sea por tener aspiraciones más interesantes que simplemente existir. Ni hablar del hecho que fue una mujer la culpable y “Dios” siempre ha sido “el padre”.
Desde ahí para adelante es una serie de penurias enormes y de tragedias para los seres humanos - que por lo general vienen al mundo inocentemente sin saber nada de este pasado, sin posible elección y se encuentran en este extraño predicamento…son culpables antes de haber nacido. Además de todo esto, que resulta bastante extraño, hay un intermediario en todo este cuento y aparece en un momento clave en la historia con la intención de redimir a todos los seres humanos que ya venían con el “pecado original” a cuestas. El redentor trae un mensaje de amor, de compasión pero no alcanza a llegar a los 40 y termina crucificado por el imperio de turno ayudado por la religión existente en el lugar elegido.
Y de vuelta a toda la culpabilidad. No solo expulsados del paraíso, sino además culpables de su crucificción. Por supuesto, se explica que él murió por nuestros “pecados”, pero eso no ayuda para nada, sino que agrega un eslabón más a la larga cadena de culpabilidad que es el sustrato básico de toda una creencia, una fe y una forma de vida.
Quiero aclarar que no es mi interés en absoluto el ridiculizar la religión católica y de hecho, ninguna religión. Al contrario, intento explicarme a mí mismo cómo hemos sido adoctrinados y lo reconozco en mi primero y obviamente con muy pocos detalles y en una forma que puede verse como sarcástica, pero no lo es. Trataré de explicarlo a continuación.
Esta historia es muchísimo más complicada y lleva en esta forma miles de años en vigencia. Es importante, al menos desde esta perspectiva, entender que la culpabilidad en general está asentada en nuestra civilización y es completamente independiente de sus orígenes religiosos- si es que los hubo - considerando que el código de Hammurabi existía mucho antes de todas las religiones mencionadas. La culpabilidad se desprendió hace tiempo de sus orígenes pero sigue enclavada en nuestra reglas sociales, en los conceptos jurídicos, en lo que se considera “correcto” e “incorrecto” y en las formas más comunes de la aplicación práctica de las leyes que rigen a la humanidad.
La llamada “ley” se preocupa claramente de aplicar “justicia” y no hay tal justicia sin encontrar “culpables”. Los acusados por las leyes son enjuiciados y condenados (o absueltos) por los jueces que a veces es un magistrado y en ocasiones es un jurado compuesto por varias personas que deciden la culpabilidad o inocencia del juzgado. Todo esto funciona en todas las sociedades con el objetivo de aplicar justicia de acuerdo a las leyes del lugar. Las leyes cambian pero no cambia el sistema de justicia. No importa cuanto las leyes cambien, los culpables siguen siendo condenados. O sea, no existe un sistema de justicia sin culpabilidad. Esto que digo es así y no importa si uno está de acuerdo o no. Sin culpabilidad, sin castigos, sin juicios y sin confesiones se nos derrumba inmediatamente todo sistema judicial y cívico. Da bastante que pensar considerando todas las ramificaciones y consecuencias de todos estos enredos pero sin meternos en eso - que nos llevaría demasiado lejos, es evidente que los sistemas de justicia están basados en el “bien” y en el “mal” de acuerdo a lo que se considera bien y mal en el momento histórico en que se vive.
No creo que sea posible cambiar este sistema y no parece necesitar de ningún cambio, pero pienso que es interesante ver cómo opera en uno y como esa culpabilidad que no se sabe de donde viene, empieza a dictar mi comportamiento y ahora me siento culpable y no satisfecho con mi culpabilidad empiezo a encontrar a otros culpables. Nos repartimos la culpabilidad pero nada importante se transforma en nosotros.
Creo que el único antídoto para la culpabilidad es la responsabilidad. Este es otro tema largo y complicado por todas las interpretaciones que existen alrededor de los significados del “ser responsable”. Para hacerlo simple, me refiero únicamente a la responsabilidad que tenemos con nosotros mismos en relación a la culpabilidad. En 1981, en Sri Lanka, Silo dijo lo siguiente: “Hoy nosotros decimos: deja por primera vez de buscar culpables. Ojalá se pueda declarar que no hay culpables y se establezca para todo ser humano la responsabilidad de reconciliarse con su propio pasado.”
Es una propuesta profunda, sencilla y algo que se puede efectivamente hacer si se sigue la línea de acción propuesta.
Si busco dentro de mí eso que me hace sentir culpable y trato de reconciliarme conmigo mismo, con lo que sucedió y con aquellos presentes en ese conflicto, es un paso adelante, es un paso que abre mi futuro. Es un comportamiento responsable en donde mi respuesta es internamente integradora y pretende superar la venganza, el resentimiento, la retribución y la auto degradación. En la verdadera reconciliación no hay perdones ni olvidos. En esta reconciliación es importante ir a la raíz del asunto de la venganza, del temor, de la culpabilidad y de la violencia. Esta raíz no es personal, es cultural y como ya hemos dicho, tiene sus orígenes en un pasado bastante remoto. De hecho el código de Hammurabi, antes del judaísmo, antes del cristianismo e Islam, es el comienzo de toda esta historia y por eso mismo esa raíz es larga y conviene estudiarla detenidamente y este estudio se basa en un principio universal que dice: “Harás desaparecer tus conflictos cuando los entiendas en su última raíz y no cuando quieras resolverlos.”
ILUSTRACIÓN DE RAFAEL EDWARDS